No me gusta llorar con las películas. Me siento tonta. Lloro por una situación que no es real, por la vida de una persona a la cual no conozco. Pero eso si, con cada película que lloro, guardo un especial recuerdo sobre ella, porque ha conseguido hacerme sentir lo que solo unas pocas personas pueden hacer.
Recuerdo que cuando era pequeña mi hermana me recomendó ver
La Princesita, la película trataba de una niña rica llamada
Sara que se quedaba huérfana porque su padre se fue a luchar a la guerra. Su padre realmente no murió, pero sufría amnesia; cuando se iban a llevar a
Sara, él, seguía sin poder recordarla.
Sara no podía parar de gritar, me transmitía tal
desesperación.También me viene a la mente
Moulin Rouge. Un pobre escritor que se enamora de una cortesana, una historia de amor
imposible, hasta que deciden fugarse, pero ella está enferma y finalmente muere en los brazos de él. Sabía que estaba al otro lado de la pantalla y que no era real, pero me causaba tal
impotencia...Varios títulos más me vienen a la cabeza
Pearl Harbor, Los chicos del coro, El diario de Noah, Escucha mi voz, Tomates Verdes Fritos...Y estoy aquí, a las dos y media de la mañana escribiendo, con restos de lágrimas en los ojos, porque acabo de ver una película que me ha hecho llorar como ninguna otra lo había hecho antes. Sabía como iba a acabar, lo dijeron al principio. Era una típica película de amor.
Quedaban unos seis o siete minutos para el final y pensé :
Bueno, es una película bonita, pero tampoco es de llorar. Cuando quise darme cuenta miles de lágrimas se escapaban por mis ojos, no sabía como parar.
Ya ha pasado media hora y mis ojos todavía no están secos
Los viejos sueños, eran buenos sueños. No se realizaron, pero me alegro de haberlos tenido. (Los puentes de Madison)