Únicamente se oía el eco de mis tacones chocando contra el suelo, parecía como si el guarda y el detective no estuvieran caminando a mi lado. Seguimos andando por el pasillo blanco lleno de puertas negras, de vez en cuando se lograba escuchar a gente gritando detrás de estas… ¿Ese era el futuro que me esperaba? ¿Gritos que al final quedarían silenciados por la soledad? Nos paramos delante de la penúltima puerta que había, tenía un letrero que rezaba: Nº 168… ¿168? El guarda me habló, era la primera vez que se dirigía a mí.
- Entre, por favor.
Entré, era una sala tan pequeña que ni siquiera había espacio para mi miedo, pero aún así no podía evitar tenerlo. Intenté lograr que ni el guardia ni el detective se dieran cuenta de ello, pero era difícil ocultarlo. ‘’El truco está en respirar’’ pensé. Nunca me había dado cuenta de que era una acción bastante compleja: Inspirar, expirar, inspirar, expirar… ¿Cuánto tiempo debía de guardar el oxígeno en mis pulmones para que no se notara el nerviosismo? ¿Cada cuanto tenía que llenar mi pecho de aire? Decidí seguir el ritmo que respiratorio del guarda, pero el también tenía miedo… ¿De qué? Por segunda vez me fijé en la sala. Tenía una mesa con dos sillas, una a cada lado, supongo que tarde o temprano me tendría que sentar en una de ellas... Efectivamente, me volvieron a hablar, pero esta vez no era el guarda, si no el detective:
- Siéntese.
Me ofreció la silla más cercana a la puerta. Recuerda: Inspira, expira, inspira, expira… Fui hasta la silla y me acomodé lo mejor que pude. El detective me vigilaba, observaba cada movimiento que hacía como si le fuera la vida en ello. Cuando fue a sentarse rodeó la mesa, pero no me quitó el ojo de encima. Sacó una libreta de un maletín que, hasta este momento, no me había dado cuenta de que lo llevaba consigo. La abrió por la mitad y empezó a escribir. Cuando creía que no me prestaba atención se volvió a dirigir a mí:
- Señorita… - Echó una ojeada al cuaderno.- Jones. ¿Ha presenciado algún asesinato en los últimos días?
- No.- Respondí.
Intenté hacer parecer que mi voz sonara convincente, pero al pronunciar el último sonido de la negación no pude evitar que una fugaz imagen del cuerpo degollado de un niño pasara por mi cabeza e hiciera que mi voz dudara. El detective no comentó nada, con un leve cabeceo en señal de que me había escuchado volvió a escribir en la libreta. Inspira, expira, inspira, expira… El detective levantó la cabeza y me miró a los ojos. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, parecía como si su mirada atravesara mi cráneo y lograra ver todas las ideas que me pasan por la cabeza.
- Bien. Mmmm… ¿Dónde estaba usted la mañana del asesinato?
¡Le pillé! Era una pregunta trampa, mientras me pensaba la respuesta puse cara de aturdida, como a quien le acaban de anunciar la muerte de un familiar…
- ¿A… Asesinato? ¿¡Qué asesinato!? ¿¡Qué ha pasado!?
- Bien Señorita Jones, veo que no quiere colaborar. Le dejaré unos minutos asolas para que cavile sobre la pregunta.
Salieron de la sala y oí sus pasos alejarse.
Estaba en un aprieto, yo lo sabía y ellos también. No podía decirles la verdad porque me matarían y tampoco podía mentirles… porque me torturarían hasta que dijera la verdad. Era un callejón sin salida, pero alguna solución habría, podía seguir haciéndome la loca pero no creo que aguantara mucho tiempo… Tenía que seguir pareciendo tranquila, seguir respirando con normalidad mientras pensaba un plan. Continuaba enfrascada en mis pensamientos cuando se volvió a abrir la puerta de la sala. El detective fue el primero en entrar y se sentó en la silla. Reconocí los pasos del guarda que se colocó en su antigua posición. Pero… había algo que no encajaba, una tercera persona entraba en la habitación, se quedó entre el guarda y yo, pues no había más espacio. El detective me miró con una extraña sonrisa en la cara y me volvió a preguntar:
- ¿Dónde estaba usted la mañana del asesinato?
Inspira, expira, inspira… Me proponía a responder cuando sentí como una navaja se posaba suavemente en mi cuello… ¿Qué venía después de inspirar?